Esperando el deshielo de la sangre, por Jordi Doce
Esperando el deshielo de la
sangre
Por Jordi
Doce
Hay en el centro de este libro del cacereño Dionisio López (1978) -el primero de su autor, descontando su aparición en antologías y libros colectivos- una profunda herida vital, un drama íntimo que irradia su luz oscura por todos los confines de la página: «La nieve blanca de mi hijo / cae eternamente sobre mí». El conjunto se abre con la palabra «Hoy» y se cierra con el sustantivo «dolor»: entre ambos se despliega una canción de duelo, una elegía espiral por el hijo que bordea los pliegues de la herida y tiene mucho de invocación, de sortilegio: un modo de suspender el tiempo.
Curiosamente, sin embrago, no hay en ningún momento sensación de ahogo, de claustrofobia. A lo largo de los treinta poemas del libro (más dos de introducción y cierre), el desconsuelo echa mano de imágenes tomadas del mundo natural, busca correspondencias con elementos básicos de nuestro mundo imaginario -agua, piedra, nieve, tierra, polvo, etc.- y se proyecta siempre más allá de sí, con una rara mezcla de tenacidad y ligereza. Me refiero a que el poema aspira a una desnudez que se contrapone dialécticamente con el impulso rabioso por decir, por expresarse.
De ahí los recursos de la anáfora y el apóstrofe, concretados en Oración del silencio y el espléndido (y vallejiano) Llanto por el polvo: «Hay un estruendo de relojes por los suelos / y polvo, y polvo […]». Pero también el soliloquio en forma de carta, el gusto por la serialidad, el constante guiño intertextual, que acompaña y da sentido. A veces la línea del decir se oscurece con trazos tremendistas y nos confirma que esta poesía gana en las distancias cortas, cuando las palabras se vuelven hueso y hacen saltar la chispa benéfica: «No apagaré en mí / la luz que nace del dolor».
(Reseña publica en el laLectura,
suplemento cultural del diario El Mundo, 29 de septiembre de 2023)

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