Reseño 'Lecturas a poniente' de Álvaro Valverde
Álvaro Valverde, Lecturas a poniente, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2024
El compromiso perdurable
Por Dionisio López
Lecturas a poniente,
una cartografía literaria trazada con paciencia, rigor y enorme generosidad
lectora, no es un libro más sobre poesía extremeña. Es el extremo de un círculo
de compromiso con la creación poética que se abrió hace cuatro décadas con Abierto
al aire, aquella antología que marcó un antes y un después en
nuestra literatura. Además, no se trata de un círculo cerrado: la labor crítica
de Valverde continúa, semana a semana, con paso marcial.
Mientras me documentaba para Los
últimos del Oeste, antología sobre poetas extremeños recientes, no
dejaba de encontrarme con Álvaro. La sombra de Álvaro es alargada, me
decía. Ya bromeé con el cuento de Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio
todavía estaba allí.” Pues eso: cuando buscaba, Álvaro ya había estado allí,
con una reseña lúcida, escrita a veces diez o quince años antes. Y quiero
subrayarlo: yo buscaba información sobre autores de las últimas generaciones.
Es decir, uno de los poetas y críticos más prestigiosos del país —que eso es
Álvaro Valverde— lleva años prestando atención e incluso empujando a los nuevos
nombres. Algo nada frecuente. Por eso me
alegró incluir Lecturas a poniente en la bibliografía de mi
libro, aunque ambos salieran con apenas un mes de diferencia. Fue la primera
inclusión bibliográfica que recibió, pero estoy seguro de que será la primera
de muchas. Ya no puede hacerse una historia crítica de la poesía del Oeste sin
pasar por estas páginas.
Este libro es también hermano
del anterior, Porque olvido. De hecho, bien podría haberse
titulado así. Como lectores enfermos que somos, sabemos que llega un momento en
que la lectura desborda. Igual que, tras un viaje largo, olvidamos castillos o
museos, el lector acaba confundiendo autores, versos, libros. Por eso este
volumen tiene valor de archivo, de diario de lectura, de antídoto contra el
olvido. Porque Álvaro no se detiene en la emoción o la estética: describe,
anota estructura, señala citas, menciona cubiertas... Cada reseña es cápsula de
memoria. Pero Valverde no se queda en el libro reseñado. Sus textos amplían
horizontes: mencionan obras y autores que conectan con lo leído. Cuando
escribió sobre Los nombres de la nieve, por ejemplo, citó Los
nombres del mar de Ángel Campos, Memoria de la nieve de
Llamazares, Principio y fin de la nieve de Bonnefoy… También
a Umbral, Bonnett, Maillard, Octavio Paz, Rimbaud, Gil de Biedma… ramificando
la lectura hasta el infinito.
El trabajo del crítico no es
fácil. Suele ser ingrato, porque el criterio molesta, porque el silencio duele.
Y, sin embargo, ahí está su gesto valiente: el de quien sigue leyendo,
escribiendo, publicando más allá de compromisos oficiales, sabiendo que no
todos agradecerán sus palabras. Por eso este libro es también un ejercicio de
ética literaria. Porque quien critica, cuida. Y quien reseña, comparte. Leer
tiene algo de íntimo, pero también de solitario. ¿Quién lee poesía? ¿Y quién ha
leído justo el libro de poesía que tú has leído? Estas reseñas ocupan esa
soledad y establecen una suerte de diálogo atemporal.
Por todo ello, estas Lecturas
a poniente tienen tanto valor. No estaría de más —y lo sugiero
aquí— que la Editora Regional reuniera también las reseñas de otros que
cabalgan por el Oeste con pasión crítica, como Enrique García Fuentes o Juan
Ramón Santos.
Este libro no solo merece ser
leído: merece ser seguido. Porque ilumina, ordena, ofrece conversación. Porque,
como toda buena literatura, nos enseña a mirar mejor. Y acaso eso sea lo más
valioso de Lecturas a poniente: que en este oficio
silencioso, resistente y expuesto a la intemperie que es leer, hay también una
forma de compañía. Y leer este libro es dejarse acompañar por una inteligencia
lúcida y una sensibilidad fiel. Y eso, en estos tiempos, es un lujo.


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