En abril de 2002 yo estaba terminando la carrera de Filología en Salamanca, gracias a la recién creada Beca Séneca. Una tarde, casi por casualidad, asistí junto a un compañero de piso, a una charla de Luis Landero en la biblioteca Torrente Ballester. De él poco sabía, solo lo que mis profesores en los primeros años de la carrera en Cáceres me habían dicho de manera puntual. Luis se encontraba promocionando El guitarrista, novela claramente inspirada en su adolescencia madrileña. Habló de sus noviazgos, de sus gamberreos, de sus primeros tonteos con la guitarra y con la literatura… Quedé completamente seducido por su forma de expresarse, su pasión, su alegría… bueno quien le ha visto sabe de qué hablo. Me dedicó una edición, que conservo completamente desencuadernada y subrayada, de Juegos de la edad tardía: «Para Dionisio, paisano y, desde ahora, amigo, porque los amigos de mis personajes también lo son míos». Al día siguiente, la biblioteca abrió a las nueve y media. A esa hora entré ...